Viene y va, luce y cambia a cada instante.
Rojos, azules, morados, rosas, anaranjados y amarillos se transforman los unos en los otros
hasta que todo se apaga.
Pero nada se apaga,
las olas infinitas siguen viniendo una tras otra
diligentes e imperturbables.
Ordenadas de una en una.
Calmadas o violentas.
Como fuere siempre inmutables.
Y yo miro el atardecer
y sus colores alimentan mi alma
y el tiempo se detiene
y el mundo a mi alrededor se para.
Pero nada se para.
Y repentina la noche llega mientras las olas cantan su nana.
Y el mar me llena los ojos para que no se note que se llenan de lágrimas.
La belleza de todo ello me deja sin habla,
y mis palabras se vuelven colores,
y los colores se vuelven palabras,
pero ya no son las mías, porque en su particular lenguaje
hablan a cada cual en una lengua secreta y privada.
Y cada uno responde a su vez,
en miradas cómplices o complicadas,
en sentimientos encontrados o en encrucijadas.
En ojos suspicaces que recuerdan momentos ya pasados
o en anhelos de sueños futuros y vivencias soñadas.
Y en mi lienzo los colores bailan y se mueven a placer
Y en mi mente los recuerdos son tan vívidos como ayer.
Acrylic on cotton canvas
120 x 100 cm.


